jueves

Cap.2 Comencemos pues

Bueno lo primero me voy a presentar, yo soy Nerea, soy la escritora y sí, también formo parte de esta historia. Mis dos amigas: Ana y Conchi. Me gustaría contar detalles sobre ellas, pero este no es el momento ni el lugar para enrollarse a contar sus vidas. Sólo voy a deciros que éramos medio populares, porque muy mucho tampoco, pero nos conocía la gente. No es por alagarnos ni nada parecido, pero a decir verdad estábamos muy bien proporcionada para unas chicas de 1º de ESO, ya que las demás no tenían mucha delantera que digamos, tampoco me quiero meter con ellas.

Toda la historia que voy a contar empieza con esto, así que atención. Todo empezó un día como otro cualquiera. Salimos al recreo y nos fuimos a un muro que hay en nuestro instituto, que es más bien la pared de una rampa pero te puedes apoyar y se está bastante bien. Había un grupo de chicos de 2º cerca de nosotras. Como entre ellos estaba un amigo de Ana, dimos el visto bueno entre nosotras para poder cotillear sin disimulo ninguno qué tal estaban esos chicos. Había uno, alto, su camiseta verde tapaba su cuerpo aparentemente musculoso, aunque un poco flaco, pelo corto, y, de lo que nos daríamos cuenta después, unos ojos azul cielo que enamoraban al más frío.

En ese momento (el peor momento posible, creo yo) nos vino el pavo. Es una expresión un poco extraña, sí, pero todas sabemos lo que es que te venga el pavo: de repente empiezas a hacer tonterías y a reírte como una posesa sintiéndote la persona más feliz del mundo por esos segundos. Total, que nos pusimos Conchi y yo a chillar “¡El de la camiseta verde!”. Me acuerdo perfectamente de ese momento: Conchi y yo usamos todas nuestras dotes de disimulo (que eran pocas) y rapidez para escondernos detrás del muro de manera que, cuando sus ojos azules buscaran quién le había llamado, se cruzaran con el negro profundo de Ana, a la que le entraba la risa tonta estropeando parte del romanticismo.

Al cambio de clase, el amigo de Ana que estaba entre el grupo de ese Adonis de ojos azules se nos acercó, que por cierto se llama Jaime, que ya era hora de ponerle nombre, y nos dijo que si le queríamos conocer, el nos lo presentaba. Estaba claro que usar el plural era simple cuestión de cortesía, porque nosotras en ese momento solo veíamos a ese chico como un tío bueno, pero Ana quería saber más.

De esta manera tan simple y tonta empezó todo. Ana ni se podía imaginar lo que iba a vivir con ese ojos azules tan guapo, y Conchi y yo muchísimo menos.

1 comentario:

  1. :O:O esto es increible avisa cuando actualices tengo facebook es: andrea kitandala besitos

    ResponderEliminar