domingo

Cap.10 La detención


En un segundo o menos ya estábamos las tres encima de Sergio. Yo le cogí del brazo derecho, Conchi por el izquierdo y Ana por detrás. Yo creo que estaba muy claro que no le íbamos a dejar irse,¿no? Pero aún así, Sergio siempre tiene que preguntar. Es realmente encantador.

- Pero me queréis dejar que he quedado con el Juanmi

Para nosotras, que no teníamos ni idea de quién era ese tal Juanmi siquiera, cualquier razón o excusa para que se fuera se iba a quedar corta. Él de quedaba más. Sí o sí.

- Sergio, que no te vamos a dejar irte- le dije.

- ¿¡Pero por qué no!?

- Porque no queremos que te vayas- aquí las cosas claras.

- Verdad- dijo Ana

Después de varios intentos de irse y varios quejidos de que le hacíamos daño (a lo que respondimos que si no se intentaba ir no le hacíamos daño) se dejo caer en el sofá.

No sé cómo le convencimos para que se quitara los zapatos, creo que fue con la excusa del colchón inflable que se podía pinchar o algo así. El caso es que le cogimos los zapatos y los escondimos, así no se podría ir.

Conchi y yo hacíamos más que hablar con Sergio, gastarle bromas, y cuando se iba, que lo intentó bastantes veces, le cogíamos y lo volvíamos a poner en el sofá.

En cambio Ana… había cogido su portátil y se había quedado aparte. No se nos puede echar la culpa de eso, supongo, ella se margino sola. Yo creo que estaba celosa porque nosotras estábamos con él, pero eso era una tontería, porque si se ponía así perdía el tiempo. Más de una vez le dijimos que viniera, que se uniera a nosotros y no nos hizo caso.

Yo encontré mi entretenimiento echándole fotos a Sergio. Recuerdo totalmente ese momento, porque fue cuando empecé un maratón de fotos, doscientas, de Sergio en todas las posturas y todas las caras que sería capaz de poner.

Sergio no hacía más que quejarse, pero siempre con una sonrisa. Esa sonrisa… Desde luego era único en el mundo.

Cuando ya tenía ochenta fotos, serían las 3 de la mañana, a Conchi se le ocurrió un juego, el juego de siempre, el juego del atrevimiento.

Los demás pensaban en algo que tú tenías que hacer, y si no eras capaz te tenías que quitar algo de ropa. Ojo, ropa, no accesorios ni zapatos. Incluso ahora dudo de si Conchi intentaba desnudar a Sergio o si intentaba que Ana colaborara con nosotras. Pero algo sí que consiguió, por las dos partes.

Cap.9 Feliz cumpleaños, Ana


Una fiesta en la piscina de Huércal. Yo no pude ir por temas de mujer, se me entiende, ¿no? Pues bien me perdí la cara de Ana y Conchi al verle allí, me perdí estar en la piscina con él y creo que me entendéis si os digo que no quiero hablar más de esto.

Llegaron a casa de Ana y me llamaron para que fuera. Allí solo estaban el nuevo “más que novio, complemento” de Ana, Jaime, un amigo de Jaime y Conchi. No era gran cosa la fiesta.

Comimos con una barbacoa y estuvo bien la verdad, todo fue risas y cachondeo. Hasta que llamó Sergio. Las únicas tres niñas presentes huimos como cohetes hacía el baño y nos encerramos.

No recuerdo muy bien la conversación, porque en la mayoría de partes yo estaba arriba, vigilando a las bestias que reinaban en el terrado y el reproductor de música, lo que en realidad me gustaba, ponían buenas canciones.

El caso es que, cuando se fueran, Sergio iba a venir. Si, iba a venir. Al fin le iba a ver. Iba a estar aquí. De noche. Aquí. A saber hasta qué hora, ya que Conchi y yo nos quedábamos a dormir. Nuestros corazones iban a mil por cada minuto que pasaba.

Tuvimos que aguantar unos minutos más con los bestias de arriba. Hubo una guerra de salchichas, con su respectivo parecido, y la verdad fue muy divertida. Pero nosotras estábamos como en otro mundo. Nos reíamos, si, y a lo mejor si tenían suerte participábamos y todo. Peo nuestra cabeza no hacía más que imaginar la cara de Sergio. Sus ojos azul cielo con su mirada tan hipnotizante. Sus labios, sonriendo, como siempre. Luego pasaban a su cuerpo, sus abdominales, no estaba bueno, no. Era lo siguiente, era perfecto.

Los veinte minutos nos parecieron hora pero al final se fueron.

Era el momento.

Cogimos el móvil, y con el poco saldo que quedaba, mandamos un mensaje, dos palabras: “Ven ya”. Como respuesta al mensaje, una llamada que realmente sobraba para preguntar, con su voz un poco ronca, si eso era que queríamos que viniera ya. Después dicen que entienden bien cuando les dices las cosas sin indirectas.

A los cinco minutos que parecieron horas, nos abalanzamos las tres contra la puerta, y allí estaba él. Tan hermoso como siempre, incluso más. Sonriendo, un poco avergonzado ante nuestras miradas sin disimulo. Era perfecto, sí. Sin duda.

La madre de Ana lo dejó quedarse, a pesar de ser las 11 de la noche, con nuestra excusa de que venía a ver una película que después no llegamos a ver.

Allí estábamos, los cuatro solo en el salón, encima de un colchón hinchable y dos sofás, hablando de cosas normales y corrientes. Se hicieron las doce. Sergio se levantó del sofá y dijo que tenía que irse. Yo creo que en ese momento nuestras mentes se cordinaron a la perfección, por las tres paso la misma frase.

Ahora no.

sábado

Cap.8 El verano

Ana y Sergio volvieron de nuevo, juraría que un par de veces, pero su relación era un vaivén continuo de emociones. Cuando estaban bien eran como la pareja perfecta: se querían, se abrazaban, hacía bromas… todo perfecto. Pero después, Ana hacía alguna tontería o Sergio de rayaba por otra y ya estábamos con líos. Cuando llegó el verano, Sergio y Ana no estaban juntos. Se habían peleado a insulto limpio por msn. Estaban bastante cabreados.

Ana decía que Sergio ya no era nada para ella, pero yo realmente me preguntaba ¿a quién quería engañar? Porque ni yo, ni Conchi, ni siquiera ella misma, nos creímos ninguna de esas palabras cuando salieron de su boca.

Las últimas semanas de instituto Sergio no apareció. Las tres estábamos con el corazón en la garganta, esperando encontrarlo detrás de la verja del instituto, verlo un día por un recreo, poderle decir que lo queríamos… Pero eso no iba a suceder.

Fueron malos tiempos en realidad. En dos mese de verano Sergio no doy demasiadas señales de vida. Habló con la Ana un día o dos y lo arreglaron. Conmigo habló una vez por internet también pero, para qué mentir, nuestra relación de había ido deteriorando y no pasamos del Hola. Conchi no tuvo la misma suerte, y eso que fue la que más intento contactar con él. Le mando mensajes, le llamó, intentó quedar, y no hubo suerte. Creo que una vez lograron hablar, pero también se habían distanciado.

Las tres con el corazón roto, casa una a su remedio. Ana probó unos cuanto “más que novios, complementos”. Conchi veía una serie en internet, que se lo pusieron, que la entretenía bastante. Yo procuraba con todas mis fuerzas no pensar en él, y a veces lo conseguía. Intenté conocer más chicos pero no fueron gran cosa.

Para seros sincera, ninguna conseguimos nuestro propósito.

Fue el día del cumpleaños cuando se nos iluminó el mundo a las tres solo con su sola presencia.

viernes

Cap.7 El turno de Conchi

Yo me intenté alejarme lo máximo posible de Sergio y Ana. Ahora estoy acostumbrada a estar enamorada de esos ojos azules pero antes no, y no hacía más que ponerme nerviosa con la situación, así que decidí que dejar mi puesto como consejera era lo mejor que podía hacer, y así olvidarme de una vez por todas de ese ángel.

Como estábamos acostumbrados a estar todos juntos, Sergio, Ana, Conchi, Jaime y yo, tuve que buscarme otro grupo de amigas, solo chicas, bastante aburrido pero son unas grandes personas de todas formas. Pero aunque yo me fuera del otro grupo, allí no dejaba de haber cambios.

Como yo abandoné mi puesto, las crisis de la relación de Sergio y Ana fueron a parar a Conchi, pero no ella no tenía internet en casa, así que las crisis ocasionaban visitas de Sergio a casa de Conchi que Ana desconocía. A ella no le molestaba ayudarles, y en esos momentos fue cuando empezó a enamorarse de Sergio. Conchi no tenía ni idea de lo que le pasaba, pero cuando le miraba a los ojos se le iluminaba el mundo. Yo ya lo sabía, el roce hace el cariño, y por mucho que Conchi lo negara era obvio. Aunque en realidad ella todavía no sabía lo que sentía.

Cuando Conchi se dio cuenta de lo que sentía fue en la pelea más fuerte que tuvieron Ana y Sergio, que los mantuvo separados semanas, después de 6 meses de relación. Fue así:

Jaime le presento un amigo a Ana (otro más para el montón, pensó ella). Se llamaba Pedro. La verdad, no era gran cosa de chico, no era guapo si quiera, pero esa era mi opinión. Ana parecía tener otra.

Empezó a quedar con Pedro sin que Sergio lo supiera, y empezaron a mandarse SMS, etc.… Conchi y yo si lo sabíamos, y no hacíamos más que decirle a Ana que parara, pero como todos suponéis, pasó cinco no, catorce pueblos de nosotras.

Cuando nos hartamos de que Ana tratara así a Sergio, le obligamos a contárselo. Fue realmente incomodo. Ya había corrido rumores de lo de Pedro y Ana le había mentido diciendo que era mentira, y él, con toda su inocencia, le había creído. Y llegaba el momento de decir la verdad.

- Venga Ana, ahora o nunca - le dije.

Un pequeño silencio llenó el momento. Era el momento.

- Sergio… Todo lo que dijeron del Pedro y de mí… Era verdad…

Sus palabras se perdieron en el silencio para mí. En cambio, para Sergio, habían cortado el aire y se le habían clavado en el corazón. Su chica, la chica que amaba, le estaba diciendo que le engañó. Él nunca hubiera sido capaz de hacerle eso. Él la quería. Y ahora esto.

Ana se echó a llorar y se alejó, dejándonos a Conchi y a mí solas con Sergio. Yo no quería volver quedarme a solas con Sergio, así que me fui con Ana, sabiendo que Conchi, por gusto y por obligación, se quedaría con Sergio. Mientras me alejaba vi a Sergio desplomarse en el suelo, quedando sentado de rodillas, y a Conchi sentándose a su lado.

Consolé a Ana mientras lloraba, y me sentí romper por dentro, no tan fuerte como ella, pero al fin y al cabo rota, cuando vi a Conchi abrazar a Sergio. Quería que fuera mío, pero estaba fuera de mis posibilidades.

Aunque Conchi, un poco más tarde, me acabo contando lo obvio, yo no le dije nada. No quería que supiera que era una más de las chicas que caían a los pies de esos ojos, de esa sonrisa, y de ese chico, más ángel o Dios que chico, que se había metido de ocupa en nuestros corazones.