miércoles

Cap.13 La verdad


Después de varios cambios de posición que Sergio nos obligó a hacer porque Ana se quejaba, acabamos tumbados en el colchón hinchable, a lo ancho. Ana se había abrazado a Sergio y había apoyado su cabeza en él. Yo simplemente estaba tumbada al otro lado, con una mano en la tableta, ya que Sergio estaba boca arriba. Conchi se tumbó en el sofá que estaba encima de nuestras cabezas.

Al principio empezamos a hablar con Sergio, pero este no hacía más que decir que tenía sueño, que durmiéramos todo ya. Al final le convencimos de que se durmiera de una vez. Nosotras seguimos despiertas.

Después de un rato corroborando que Sergio estaba dormido, nos pusimos a hablar.

- Ana, no vuelvas con Sergio todavía – solté yo. Y esa noche estaba sincera, solo decía la verdad. – Déjale que este más tiempo soltero que así se deja hacer.

- Eso es verdad, esta muy raro, no se queja ni nada con todo lo que le hacemos – dijo Conchi.

- Creo que es que ya está harto de nosotras y le da igual.

- Puede ser.

Silencio. La tres mirábamos a Sergio dormir. Estaba hermoso. Yo seguía con la mano en sus abdominales. Me concentré en como respiraba. Estaba vivo. Me encantaba estar así. Le quería.

- Ana, como este chico no vas a encontrar ninguno, y cada chica que le conoce se enamora de él. Has tenido suerte, él te quiere a ti. No lo dejes, te está dando otra oportunidad – dije lo que todas pensábamos.

Invité a Ana y a Conchi a apoyar la mano para que lo sintieran respirar. Pusimos la otra mano en el pecho, notando su corazón. Estuvimos un rato en silencio. Después dije una frase sin pensar, pero que al momento me di cuenta de la razón que tenía. Y ellas también

- Os dais cuenta, estamos aquí las tres, calladas para que no se despierte, escuchándole respirar, sintiéndole el corazón… Os dais cuenta de que ahora, Sergio es lo más importante de esta habitación…

Asintieron en silencio. Yo ya sabía la razón que tenía. Al rato seguimos hablando. Diciéndole a Ana que no le dejara pasar y poniéndolo en un pedestal de cumplidos, que bien se los merecía.

Allí estábamos las tres. Imaginaros el panorama. Tres amigas, alrededor de un chico. El chico de sus tres vidas. Mirándole con todo el amor que sentían. Sintiendo como respiraba y le latía el corazón. Escuchándole respirar. Viéndole en su momento más indefenso. Estaba totalmente hermoso e inocente. Y durmiendo. Sin darse cuenta de todas las declaraciones que habían hecho delante suya. Ojalá hubiera estado despierto. Ojalá nos hubiera escuchado.

Entonces pasó algo muy raro.

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